Conocí verdaderamente el consumo intensivo de marihuana gracias a los militares y es lo único por lo que les estoy agradecido. Llegué a Dakar, capital de Senegal, para hacer la mili en 1980. Ya conocía un poco la ciudad por haberla visitado en un par de oportunidades pero esta vez todo era diferente. Muy a pesar mío debía hacer el servicio militar durante un año en la infantería de marina francesa. Rápidamente me di cuenta que iba ser muy duro pero que, por suerte, la yamba abundaba. Yamba es la palabra local para designar la marihuana y, más específicamente, la que estaba producida en el país.
Marihuana cultivada en el país
La yamba, generalmente traída desde Casamance, en el sur del país, era la más barata y la que consumía la mayoría de los fumetas senegaleses. Generalmente, era de color verde claro, llena de semillas, hojas y palos, un gusto de pasto y un bajo contenido en THC. Aunque excepcionalmente podía ser de calidad decente era poco atractiva para un fumador habituado a calidades superiores. La yamba se conseguía fácilmente, se vendía en pequeños paquetes hechos de papel de diario a un precio muy bajo.

Yamba de Casamance
Bien que ilegal y mal vista por la mayor parte de la población habían muchos fumadores de yamba en Senegal. Tuve la oportunidad de conocer a bastantes fumetas que me permitieron observar los modos de consumo y como la gente veía la marihuana. En cierto modo, el ser fumeta me facilitó entrar en contacto con los senegaleses. Me permitió conocer diferentes ambientes y descubrir las costumbres locales. Teníamos algo en común que era ese interés por la marihuana, producto prohibido, compartíamos porros, escuchábamos música y hablábamos durante horas.
Una de las costumbres locales que más me sorprendió fue cuando los fumadores carecían del papel adecuado (generalmente era el caso). Se liaban los porros con papel de diario o cualquier otro papel encontrado casualmente, cuaderno, embalaje, todo servía.

Rizla Senegal – liaban los porros con papel de diario
La mayoría eran muy discretos porque no querían que se supiera que fumaban para evitar problemas con la policía o la familia. La estigmatización de la sociedad en general también era un peso para ellos y sucedia lo mismo con el alcohol. Sin embargo, habían dos grupos que asumían bastante abiertamente el hecho de fumar, sobre todo por sus vestimentas y pelos.
Los consumidores senegaleses de yamba
Estaba el típico rasta que escuchando reggae y viendo alguna película se había hecho dreadlocks y fumaba. Los rastas eran los rebeldes, la contracultura joven del país en esa época. En 1980 estábamos en pleno auge reggae por lo que habían bastantes rastas o más bien seudorastas.
Otro grupo: los Baye Fall, una secta o movimiento musulmán, con sus trenzas como los rasta, ropa colorida y muchos amuletos. Tienen una posición especial dentro de la religión ya que consideran tener conocimientos esotéricos o mágicos. Esta supuesta sabiduría, según ellos mismos, les permite no ayunar durante el ramadán, beber alcohol y fumar yamba.
En Dakar aprendí que cada uno puede sentir el efecto de la marihuana a su manera. Lo descubrí porque conocí a varias personas que fumaban para doparse. En ciertas profesiones o entre los estudiantes, algunos lo utilizaban como un estimulante porque, según ellos, permitía estudiar mejor o trabajar más.

El ritual de separar las semillas
Marihuana y hachís importados
Teniendo contactos y un poco de dinero, se podía comprar buena marihuana importada de Nigeria y Ghana. Según mi experiencia, la calidad era muy variable pero siempre mejor que la hierba local. Generalmente era vendida triturada con muchas semillas y palos. Había que pasar mucho tiempo para quitarle las semillas y era parte del ritual de la preparación del porro. Eran auténticas sativas que podían llegar a ser bastante potentes (aunque generalmente medianas) con efecto alegre, enérgico, taquicardia, impresión de intensificación de la luz y de los colores y bastante paranoia. En ocasiones el efecto era casi “triposo”.
En Senegal hay una importante comunidad libanesa por lo que episódicamente aparecía un muy buen hachís importado directamente del valle de la Bekaa. Era caro pero si había dinero disfrutaba de este excelente producto de vez en cuando.

Yamba y cerveza senegalesa
Militares marihuaneros
Con mi grupo de amigos militares fumadores consumíamos cantidades importantes y para ahorrar tiempo y dinero hacíamos compras conjuntas. Eramos entre 6-7 personas, cada uno ponía lo que podía según sus ingresos. En mi caso correspondía más o menos a un cuarto del sueldo. Ya con la suma reunida, dos personas se encargaban de ir a la casa del dealer para comprar “medio kilo”. Lo pongo entre comillas porque en realidad no había balanza, todo se hacia a ojo. La cantidad variaba con la única constante que siempre era menos del famoso “medio kilo” como lo llamaba el proveedor.
Los que se encargaban de ir a hacer la compra tenían que tener toda la tarde libre porque muchas veces podía llevar varias horas. Ni pensar en llegar, dar el dinero e irse con el tema concluido en unos minutos. Como dicen en Senegal : “Los europeos tienen los relojes, nosotros tenemos el tiempo”. Nos sentábamos en el patio y nos fumábamos unos enormes conos que daban la vuelta a la abigarrada asamblea de personajes. En ese patio he visto hasta policías y militares de uniforme fumando. El dueño de casa preparaba el té con mucha atención y paciencia en un pequeño brasero con carbón. En Senegal la educación supone que hay que tomar tres pequeños vasos de té según la tradición tuareg. Mientras tanto se va conversando, tratando negocios y estrechando lazos. Este ceremonial merecería un capítulo aparte porque sus gestos y filosofía son muy interesantes.
Cuando el negocio se cerraba salíamos a la calle, nerviosos y tensos por el té y paranoicos por los porros. Además, cargábamos con la gran y olorosa bolsa de marihuana nigeriana que teníamos que llevar de vuelta al cuartel. Nos imaginábamos presos en una cárcel senegalesa o en el calabozo de la policía militar. Afortunadamente, siempre tuvimos la suerte de volver sin inconvenientes.

Senegal
Algunas de estas hierbas, que el vendedor calificaba casi siempre como “nigerianas”, eran verdaderas joyas. Típicas hierbas tropicales, sativas extremas, daban mucha energía, buen humor y un colocón casi al borde de la alucinación. Eso si, el sabor no era nada especial, más bien malo y contenían muchas semillas y palos.
En todo caso, hizo más llevadera la vida militar y nos acompañaba siempre.
Una plantación en Casamance : Ver vídeo plantación
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