Del manuscrito de “ZYKË – La aventura” por Thierry Poncet
El manuscrito de “Sahara” se ha terminado a principios del mes de diciembre.
Es un tocho : mil trescientos folios a máquina con doble interlineado. Un ladrillo aún más impresionante por la humedad que ha inflado el papel de vitela de 80 g y que la mayoría de los folios están espesados por las correcciones : mis “remiendos”, cintas de papel pegadas por encima del texto, cinco capas en ciertos sitios.
A penas he tecleado – ¡tac, tac, tac! – FIN, en la parte inferior de la última página Zykë decide que está harto del incesante diluvio, los garbanzos al jugo de carne y de las viudas que hacen pajas.
-¡Nos largamos, muchachos!
Driss se va al pueblo y trae al propietario.
Es un minúsculo hombre barrigudo cuya chilaba con capucha lo hace parecer a un gnomo malo de un cuento fantástico.
En cuando entra se pone a chillar. Habíamos reservado la barraca por seis meses y nos vamos después de a penas tres, lo que según él, justifica una indemnización.
-¡Yo decir que es injusto!
-Y yo te digo que te puedes ir al quinto pino, responde Zykë.
-¿Al quintoqué???
-Olvídate, enano. Pórtate bien o te tiro al pozo…
Prudente, el enano se aleja, hurga un poco en las habitaciones y vuelve a la carga.
-¡Tú hecho fuego!
-Hacía frío.
-¡Tú quemar toda mi leña!
Zykë suspira.
-¿Cuánto quieres?
El otro presenta un importe que pone la leña al nivel del platino. Cansado de sus lamentaciones, Zykë le concede unos billetes y, luego de una bofetada amigable en la cabeza, lo dirige hacia la salida.

Chefchaouen chilaba
A Flaco no le gusta ver irse el dinero, así mismo no sea el suyo.
Se rebela:
-¡Maldita sea, el moro nos está robando!
Desde hace un tiempo, su mal humor se ha convertido en agresividad hacia Marruecos y sus autóctonos y casi cada una de sus frases se adereza de insultos racistas.
-¡No nos vamos a dejar vacilar por ese moro de mierda!
-Tranquilo, Flaco. Nos vamos a ocupar de él a mi manera. No te preocupes que se acordará de nosotros.
Asisto a estos eventos desde la lejanía, muy ocupado en saborear la felicidad de haber llegado al final de este calvario y en proyectar una enorme borrachera seguida de una siesta de unos quince días.
Desafortunadamente para mi, Zykë no tiene los mismos proyectos.
-Señor Poncet, todavía nos queda una última tarea.
Aprecio ese “nos” de majestad que seguramente promete momentos difíciles al “yo” que soy.
No me equivoco.
-Hay que maquillar el manuscrito.
-Uh… ¿maquillar?
-Quiero que borres al tippex todas las palabras árabes, los nombres de los tíos y de los pueblos, además de todo lo que tiene relación con el islam.
Aúllo interiormente.
Prácticamente toda la novela se desarrolla en tierras musulmanas. Casi todos los personajes se llaman Mustapha, Mohammed o Walid y pasan la mayor parte de su tiempo blasfemando el nombre santo de Allah.
-¿Pero porqué?
-Vamos a pasar la frontera. Hay una posibilidad en un millón que un aduanero lea el manuscrito pero si ocurre, tendremos líos importantes. Así que borras cada palabra comprometedora y vuelves a teclear otra por encima, bien francesa.
-Pero… Pero… ¡Me va a llevar horas!
-Haz lo que te digo, amigo.
La pequeña tarea me lleva el resto del día y una buena parte de la noche, unas doce horas, aproximadamente.
Dicho como se debe, es mucho tiempo, difícil y tedioso.
Dicho como yo lo pienso, es un coñazo.
Mi reserva de líquido corrector blanco tippex casi se ha agotado.
Solo me queda un fondo que he diluido al extremo, consiguiendo un agua casi translúcida, mezclada con restos yesosos que se pegan al pequeño pincel y se depositan en coágulos en el papel.
Además, en esta atmósfera un poco menos húmeda que un acuario, esta porquería parece nunca querer secarse.
Preparo mis correcciones por tandas de diez páginas que extiendo una por una sobre mi catre.
Cuando el tippex por fin se ha secado, o más bien, cuando ya no se pega a mi dedo cuando lo paso por encima, meto el folio en el rodillo de la Traveller.
Ajusto el carro para ubicar la palabra a maquillar recubierto de su cascote en el lugar del tecleo anterior.
Y tecleo el nuevo encima : tac, tac, tac…
Marruecos se vuelve Mazorca.
Inch’Allah se cambia en Abracadabra.
Tanger en Joder.
Casablanca en Cagoentó.
En cuanto a Hassan II, lo rebautizo Ojete VII.
Cada media-hora, Zykë se asoma.
-¿Has terminado?
-Todavía no.
-¿Cuánto tiempo, unos diez minutos?
-Uh… un poco más.
Hacia la medianoche resuena el ruido de rotura de madera acompañado de risas. Me precipito afuera para descubrir a Driss ocupado en sacar los muebles de las habitaciones y de tirarlos al patio donde Zykë y Flaco, risueños, con barro hasta las rodillas, los desarticulan a las patadas.
Al verme, Zykë me lanza:
-El dueño quizo jodernos, por lo tanto rompemos todos los muebles.
-Ah… sí… entiendo.
-¿Has terminado las correcciones?
-Casi.
Levanta una silla que destroza distraídamente contra un pilar.
-Muévete, por favor, en cuanto hayamos terminado de destruir la barraca, nos iremos.
Dejamos Driss en Fez, desde donde se va en autocar para volver a su casa en Tetuán. Contento : estaba harto de hacer de lacayo en el poblacho y Zykë, en recompensa por su trabajo y paciencia, le ha forrado la mano de un fajo de dinero.
Durante dos semanas nos paseamos en el Rif por el lado de Ketama, alojados por los cultivadores de marihuana quienes, con la esperanza de vendernos grandes cantidades de su hachís, nos hacen probar lo mejor de su producción.
-Zykë, cómprame el hachís.
Continuación : segunda parte
Si lees el francés puedes reencontrarte con Thierry Poncet en su serie de aventuras : Haig. Tres volúmenes : Le Secret Des Monts Rouges ;Les Guerriers Perdus ; Le Sang Des Sirènes. Disponibles en www.taurnada.fr.
El blog de Thierry Poncet : blog.thierryponcet.net
(traducción El Supersativa)
Deje su comentario